viernes, 18 de julio de 2014

Inga, los sueños de una comunidad olvidada.





Sábado, 9 de la mañana. Está nublado y el sol a ratos se anima a aparecer entre nube y nube, aún así hay un frió que cala hasta los huesos, corre el viento en Inga Bajo. 

La población de Inga se encuentra en la provincia de Pichincha dentro de la Parroquia de Tumbaco, se puede ver desde aquí el extinguido volcán Ilálo, los residentes de la parroquia dicen con orgullo que aquí fue el primer asentamiento de los cazadores precolombinos del Ecuador.

Llegar a Inga no es fácil, hay que ingresar por un camino empedrado en el desvió del kilómetro 7.5 de la vía Pifo-Sangolquí, no hay servicio de transporte urbano, la gente debe movilizarse en camionetas que cobran 1 dólar por el trayecto de la vía hacia el poblado de Inga Bajo.

En la casa comunal la algarabía era grande, el disco móvil ubicado en la cancha de uso múltiple reproducía la sabatina presidencial a todo volumen y la gente iba llegando de a poco. “A las 10:30 de la mañana en punto empieza”, me decía una señora que muy puntual esperaba que empiece la reunión. 

Comencé a recorrer el lugar y me encontré con una comunidad organizada y que sabía de auto gestión, casa comunal limpia y ordenada, cancha de uso múltiple y un salón de cómputo para la comunidad, aunque el salón de computo carecía de servicio de internet. Al preguntar el porque me supieron responder: “en Inga no hay servicio telefónico, en Inga no hay internet”.

Me iba adentrando en la conversación con la gente cuando indicaron a través de los parlantes ingresar a la casa comunal, la cual se llenó con todos los comuneros de Inga Bajo. El primer punto fue la toma de lista a los asistentes, uno por uno iban nombrando e iban respondiendo. ¿Si no viene que sucede? Pregunte curioso a la señora que estaba a mi lado, cuyas canas y piel cobriza señalaban su avanzada edad: “Si no venimos nos multan, tienen que venir toditos sino no se saca adelante a la comunidad” me respondió. Me quede simplemente sorprendido por la organización y compromiso de la gente con su pequeña comunidad. El orden del día incluía la socialización de las obras complementarias de la subestación de transferencia eléctrica que se está construyendo ahí, la intervención de la asambleísta Soledad Buendía y la coordinación para la creación de un Centro Infantil del Buen Vivir.




Los ingenieros a cargo de las obras complementarias de la subestación de energía hablaban de las dimensiones que tendría la vía que haría factible a futuro que Inga tuviera servicio de transporte urbano. ¿Pero van a mejorar el alcantarillado también? Pregunto el dirigente comunal, a lo cual acoto muchos datos técnicos sobre cómo se debería dejar el alcantarillado antes de empezar la obra civil de la carretera. Escuche con alegría como ese hombre hacía eco del sentir y preocupación de toda una comunidad, con datos técnicos, con información concisa y sobre todo, con la firmeza de que su voz debía ser escuchada y tomada en cuenta. Con el compromiso de revisar el proyecto de las obras de vía y alcantarillado termino la intervención de los ingenieros.

Soledad Buendía que ya se encontraba en la sala y quien fue recibida con aplausos tomo la palabra y después del afectuoso saludo acoto “Yo no hago obras, yo hago leyes; mi trabajo es ese legislar para el bienestar de todos ustedes”, me sentí absorto con la sinceridad con la que se dirigió a la comunidad, sin hacer ofrecimientos vacíos, sin demagogia. La asambleísta hizo hincapié en que ayudara a gestionar junto con los técnicos del MIES la adecuación de un CIBV en la comunidad, el mismo servirá para que las madres dejen a sus hijos de 1 a 3 años al cuidado de madres voluntarias, mientras ellas van a trabajar en las fábricas de la zona industrial cercana a Inga. 




La gente de una población es la que verdaderamente la hace grande, ejemplo de esto es la población de Inga quienes a pesar de las muchas limitaciones y problemas, luchan y trabajan por mejorar su situación en busca de un futuro más esperanzador, lleno de oportunidades para ellos y sus hijos.