miércoles, 23 de enero de 2013

¿Quién nos representa?



Se vienen elecciones y es común encontrar gente que se queja por la calidad de candidatos que tenemos para la asamblea; actores de comedia burda y presentadores de televisión como  La Comadre Vaca Loca, Rosita La Taxista, El Tin Tin; futbolistas como Ulises de la Cruz y Agustín Delgado; cantantes de música popular como Jaime Enrique Aymara y Gerardo Moran.

Es difícil el tratar de entender las razones por las cuales uno de estos personajes se decide a candidatizarse a un puesto de elección popular, el mismo que conlleva una gran responsabilidad, manejar el poder legislativo del estado. Tal vez un día se levantaron y se dijeron, “Yo quiero ser asambleísta”, o lo razonaron y piensan que pueden representar a SU pueblo, a SU gente. 

Muchas personas se sienten indignadas, yo mismo me siento indignado, por creer que un asambleísta debe ser un abogado, un sociólogo o un constitucionalista. Dejando en claro que los candidatos que mencionamos al principio, tal vez puedan cantar, actuar o gambetear un balón; pero gobernar un país no. 

En Ecuador ha habido cambios políticos muy fuertes, la gente se ha cansado de los partidos tradicionales (es por eso la aparición de varios y jóvenes movimientos políticos), ahora mismo nos gobierna alguien que hace 10 años no constaba en el mapa político ecuatoriano. Y sin ir muy lejos, paso lo mismo con Lucio Gutiérrez, el cual en el 2002 y en primera vuelta gano a políticos de amplia trayectoria dos de ellos ex presidentes del Ecuador.

El Ecuatoriano dejó de confiar en viejos arquetipos de política, en esos dinosaurios que nos decían que hacer, como actuar y que nos quitaban literalmente “el pan de la boca”. El ecuatoriano se ha empoderado de su país, de su realidad, de sus necesidades; es por eso que candidatos como La Comadre Vaca Loca o Jaime Enrique Aymara están ahí de candidatos, queriendo representarnos.
Para el ecuatoriano promedio, una Rosita La Taxista, lo representaría más y quizá mejor; las razones: Porque ella es de pueblo, porque ella comió polvo al igual que nosotros, porque la televisión nos ha acercado tanto a ella, que la sentimos como nuestra vecina Charito de la tienda, o como Don Pepe ese que nos deja la leche todas las mañanas.

María Mercedes Pacheco, Claudia Camposano, Mario Cabezas, y el resto de candidatos “nuevos”. Quizá no sepan nada de leyes, quizá en su vida nunca hayan leído la constitución, quizá no saben siquiera la ideología y el pasado político del partido por el cual se candidatizan. Peros sus ganas de servir están ahí.  

Puede ser que no sean los mejores, pero representan a muchos. Porque uno llega a preguntarse ¿si ellos están ahí? ¿Por qué yo no puedo algún día “llegar a ser”?


Desencuentros con Julio....

Es como si lo hubiera visto morirse quince meses atrás o sea el 6 de noviembre
de 1982 cuando enterrábamos a carol
hacía un frío triste y gris y allí estábamos los amigos
desfilando sobre un suelo movedizo y húmedo de hojas sucias de otoño como
si hubiera servido para otros entierros u otros otoños
y tras haber echado cada uno una flor -rosas amarillas había pedido su madre
por teléfono- sobre la caja angosta y pequeñita
nosotros que habíamos enterrado en nuestra vida a tantos muertos y dádole el
pésame a tantos deudos
nos encontrábamos en el cementerio de montparnasse con un único deudo
solo alto duro flaco
de pie con una gabardina azul bajo el arco de unos árboles casi decorado de
teatro

como en él todo era grande (sobre todo el corazón) me hizo sentirme más
pequeño con su inmenso abrazo y su recomendación de que me cuidara
pero en ese instante como si yo no hubiera sido yo sino uno de sus personajes
de esos con supersticiones y premoniciones causales y casuales
decía me decía ¿y a quién vamos a darle el pésame cuando él se muera si no
a nosotros mismos?
como si él y no alguno de nosotros los otros hubiera de morirse primero
después los que quedamos nos juntamos los pedazos prometiéndonos vernos
con mayor frecuencia no dejar que las calles y distancias de parís nos
separaran estar más juntos que antes como para que nadie llegara a faltarnos
y es precisamente él quien nos falta ahora y estamos todos dándonos el
pésame abrazándonos más estrechamente que nunca recibiendo condolencias
por teléfono o por correo

sintiéndolo de pronto al lado cuando entramos en un bistrot o tomamos el metro
o escuchamos jazz o nos ponemos un pullover
y habiendo olvidado en esa oportunidad sus antiguas instrucciones para llorar
traté a escondidas en difícil homenaje a su memoria de subir de espaldas la
escalera
y he de incurrir en el ya lugar común de decir de ciertas situaciones o de ciertos
desencuentros sucesivos que parecen un cuento de cortázar
pero la culpa es suya por habernos demostrado que uno puede pasar de su
mundo cotidiano y rutinario a un universo paradójico con solo tomar un tren o
abrir una puerta

en septiembre de 1982 la universidad internacional menéndez y pelayo de
españa acordó culminar un seminario celebrado en sitges rindiendo homenaje
a la obra de cortázar y entregándole una medalla
julio no pudo asistir atado como estaba a la cama de hospital de su mujer (y sin
embargo en esos días escribió dos cuentos de horror sobre el fascismo
argentino)
y por generosidad de los participantes se decidió que yo recibiera la medalla en
su nombre
pero en lugar de entregármela en su estuche el rector me la "impuso" o sea
que simplemente me la puso
o sea que me la quité en seguida porque estaba destinada a otro pecho
y agradecí no en nombre de cortázar sino en el de quienes éramos sus amigos
y hermanos
ese reconocimiento a la obra del gigante "pastor de palabras" pero también a la
del hombre que con sus largos brazos de boxeador frustrado golpeaba en cada
round la mandíbula de los dictadores
al que le había quitado todas las cáscaras a la realidad hasta encontrar en ella
las semillas de lo imaginario
al doble compañero en quien la literatura y la revolución se daban la mano
comprensivas
a su ejemplar capacidad latinoamericana de ubicuidad porque estaba en lo
esencial de chile y de argentina en cuba y nicaragua en el salvador y
guatemala
tratando en todas las tribunas posibles y desde todos los tribunales de
explicarles a los europeos cómo son las cosas contra las que se debaten o por
las que combaten nuestros pueblos
yo declaré en aquel acto cordial y solemne que entregaría a julio la medalla por
lo menos en unión de los participantes en el seminario radicados en parís -saúl
yurkievich osvaldo soriano y miguel rojas mix
desde
la casa de eduardo galeano lo llamamos por teléfono para enterarnos
del estado de salud de carol y yo le hice el resumen de la solidaridad de
profesores y alumnos de amigos y desconocidos en ese momento tenso que
estaban pasando esas dos vidas
y le prometí esa fraternal miniatura del acto de sitges para cuando carol saliera
del hospital
pero carol salió del hospital al cementerio y me pareció que celebrar la reunión
sin ella habría sido algo como faltar a mi palabra o algo como olvidarla
demasiado pronto
por lo demás julio se puso sanamente a viajar en seguida
fue al sur de francia y volvió a cuba (que le había cambiado casi veinticinco
años atrás las líneas de la mano) y a nicaragua (donde "han empujado la
palabra cultura a la calle como si fuera un carrito de helados o de frutas")
cuando estuvo de regreso yo entraba unavezmente más al hospital por nuevos
incidentes corazonales
y estuve un mes fuera de parís por razones de convalecencia
a mi regreso saúl estaba ausente y soriano había ido a hacer una
"prospección" en argentina donde su último libro disputaba con uno de julio el
primer lugar en la lista de best-sellers
cuando en junio apareció Deshoras y lo encontré en una lectura de poemas
que hizo claribel alegría conmigo me pareció llegada la oportunidad que
buscaba y le propuse celebrarlo con la reunión nueve meses postergada y
entregarle la medalla
pero él se marchaba al día siguiente a italia y a no sé qué otros países más
luego vinieron las vacaciones de verano en las que todos se ausentaron
excepto yo que me fui a ecuador en septiembre y octubre
a mi vuelta la medalla guardada en un cajón del escritorio me seguía
quemando las manos
y decidí dársela aun cuando fuera sin pretexto literario ni fiesta casera ni
invitados íntimos
pero él podía por fin volver a su argentina en donde tanto tiempo le estuvo
prohibido entrar y a veces ser leído
e iba a hacer un nuevo viaje a cuba y nicaragua pasando por parís pero esta
vez su médico no se lo permitió
"por el peligro de la enfermedades tropicales" según julio que seguía
engañándo(se)nos
en diciembre lo encontré en casa de daniel viglietti y por vez primera lo vi
malhumorado harto de venir arrastrando tres años de alergias y seis meses de
leucemia y otros trastornos
cuando al abrazarle le pregunté cómo estaba me dijo "Mal como de costumbre"
cuando al despedirme le dije que se cuidara me respondió secamente "I will do
my best"
desde entonces durante dos meses fue huésped semanal de los hospitales
y aún así se dio modos para hacerme llegar en enero Los autonautas de la
cosmoruta
amorosamente escrito a cuatro manos entre él y carol dunlop
a comienzos de febrero de paso por parís eduardo galeano me dejó un
ejemplar de Las caras y las máscaras que julio quería leer "durante su
convalecencia"
y miguel rojas mix que en esta historia de hospitales estaba entonces
hospitalizado me hizo saber que por saúl yurkievich sabía que el cronopio
mayor se acordaba de que no le había dado aún su medalla

julio ya no quería que se lo visitara en el hospital pero alfredo guevara logró
hacerle llegar el testimonio de solidaridad de cuba que ponía a su disposición
un avión y toda su capacidad médica
aunque sabíamos o sospechábamos o temíamos que fuera demasiado tarde
en la noche del sábado 11 de febrero le escribí unos renglones recordándole
que por viajes impostergables ausencias intempestivas e idas y vueltas suyas y
mías a los hospitales se había postergado la entrega de ese símbolo de
admiración y reconocimiento de la universidad española a la limpieza de su
vida y la limpieza de su obra
pero que se iban acumulando en mi poder cosas que le pertenecían
y que se las enviaba con alguien para que por intermedio de aurora bernárdez -
que había sido su primera mujer y era su última entrañable enfermera- las
recibiera el domingo a las cuatro de la tarde
pero el domingo se estuvo muriendo desde las cinco de la mañana hasta que
hacia el mediodía un médico tardíamente compasivo le puso una inyección
para que no le dolieran más el corazón ni el resto
esa noche vi en su casa de reojo el estuche con la medalla el libro y la carta

justo un año antes él había hablado del "término del periplo de una vida que
entra en su ocaso [...] al fin de un larguísimo viaje por las tierras y los mares del
tiempo"
no nos parecía a nosotros que hubiese sido tan largo pero ahí estábamos
enterrándolo el martes con un solcito frío de invierno en una caja larga y ancha
capaz de contener al gran hermano mayor aunque con la impresión de que
había tenido que empequeñecerse para pasar por la muerte sin bajar la cabeza
nos fue imposible convencer a los empleados de pompas fúnebres de que la
familia éramos nosotros cuando nos pedían que nos retiráramos
y volvimos a abrazarnos más estrechamente que la vez anterior
sintiéndonos que a pesar de estar todos juntos nos habíamos quedado un poco
más solos

(carol había muerto el 2 de noviembre "Día de los fieles difuntos"
julio fue a reunirse con ella -bajo la hermosa sábana de mármol que había
tallado luis tomasello- el 14 de febrero "Día de los enamorados"
dejo constancia de ello porque para él esas cosas tenían significado)

1984

Jorge Enrique Adoum "Desencuentros con Julio" de "Cementerio personal"

domingo, 20 de enero de 2013

Súplica.




Y si te dijera, Miguel,
que no te he extrañado,
que no me importó que te fueras,
que no he sentido rabia,
que no he sentido pena,
que tu muerte fue tan sólo una manera
para apreciar mi vida
con el doble de fuerzas.

Que no lloré frente a tu tumba,
¡si te dijera!

Que no he estado perdido,
y que no he sufrido.
Es mas, si dijera,
por poner un ejemplo,
que de cierta forma me alegra
que te hayas muerto.
Así no irás conmigo de gorra,
ni me harás perder el tiempo
hablando de política,
y de la bomba.

Si te dijera mi amigo
que pienso que eres algo estúpido
por morir en una noche tan bella.
Que perdiste la pose
al caer en la banqueta,
enredado a una moto retorcida,
la cabeza partida.

Si te dijera que mi vida
sigue igual de alegre.
Que Pink Floyd es una mierda
y que el mundo aún se mueve,
que seguimos haciendo fiesta,
que la pena no nos detiene.

Si te dijera,
¡si te gritara!
que me gusta la novia que dejaste,
que he visto a tu hermana
y que también me gusta,
y que eres un hijo de puta
por hacerlas llorar.

Dime, Miguel,
mi amigo,
si dijera en serio
todo eso que digo,
¿dejarías tu tumba?

Porque si es así, entonces,
¡seguro que lo digo!

-Rodrigo Solis.

martes, 15 de enero de 2013

Declaración de amor en la pieza de al lado...



 Te voy a contar una cosa: a veces no tuve madre sino una señora que me había dado a luz. Mi padre era ferroviario de nacimiento: cuando estaba en casa se acostaba temprano y leía, todas las noches que duró su cautiverio, tarifas de pasajes, fletes de carga, distancias de ida y vuelta de Huigra a Naranjito, de Bucay a Columbe, de Alausí a Durán. La señora, al filo de la cama de su desencuentro, se empeñaba en no dejar morir nuestras camisas. No hablaban sino de números a gritos. Nos gritaban para hacernos crecer. Porque había hijos, multiplicación por cinco del rencor y del ayuno. Las hermanas se ponían un duelo oportuno por la defunción sucesiva de sus vestidos y los varones faltábamos a la escuela para comer. Recuerdo que él estaba siempre yéndose explorador o fugitivo, y no se iba, a otro país a buscar la supervivencia de su tribu. Ella se abrazaba a sus piernas memorables para que no la dejara mitad sola. Y viéndonos ahí, culpa presente, los cinco repetíamos: “Perdón papá, perdón”. Después crecí y comprendí que eso era la pobreza.
 
Por la noche, a veces, antes de cerrar su puerta ella llevaba sin sigilo un jarro de agua y una toalla. Después crecí y supe que eso era amarse. Nosotros no seremos así porque no hablaban y hacían el amor y, como ya dije y ya se sabe, no por eso quedaba hecho y los hijos veíamos los accesorios de lo que debió haber sido injustamente triste acoplamiento. Nosotros no hemos de ser pobres.

Él era solitario. Cuando oía la llamada del tren, su único adulterio, nos odiaba y se golpeaba contra la celda en cuyos muros marcaba el número de días que las bocas pedigueñas y amas le robaban su paisaje. Por eso, después de siglos de silencio, se le caían de la boca nombres de estaciones, de barcos, de ciudades. Digo yo, porque daban vértigo y no eran de mujer.

Ella era sedentaria obligada. ¿Cómo es irse? Le preguntó una vez que hablaron. Queda lejos dijo él. Y no le contó nada del páramo, Dios mío, nada de su aire mordido entre pajonal y lluvia, no le habló del bajío ni de su blusa abotonada de luciérnagas. Yo le tengo ternura: la pobre nunca supo que hay arenales más allá del río, jamás nada del mar, huérfana suya.

Así la una soledad dormía junto a la otra desesperanza y cada una se quedó sin compañía.
Él madrugaba a su horario, estaba el alba en el miedo a los descuentos, no en el cielo. Yo iba temblando a la puerta celestial de la panadería e imaginaba cómo se odiarían a esa hora mirándose los silencios y los cuerpos por haberse tocado la víspera en la oscuridad, como con miedo. Nosotros no seremos así.
Mira, mejor no seamos nada. Porque hubo una fotografía: una mujer y un hombre, amándose para siempre como suele suceder en los retratos. Y habían sido ellos amor, eran sus cadáveres.

Jorge Enrique Adoum

lunes, 14 de enero de 2013

Empezamos.

Y empezar de cero
Para llegar al diez con mil te quiero
Y empezar de cero
Y aprender a levantarse desde el suelo
Porque la vida no se cuenta
Por minutos si no por sueños
Hay que empezar de cero...






Por allá en un junio perdido del 2009 comencé a escribir un blog, aunque hubiese preferido escribir “en un año que no prefiero acordarme”. Pero en todo este tiempo aprendí a afrontar las cosas que podía afrontarlas y simplemente a dejar que pasen las otras que tenían que pasar, esas inevitables e ineludibles. 

El blog tomo algunos nombres, evoluciono con respecto a mis estados de ánimo, a mis proyectos, a mis logros  y a mis caídas. “Entre la tierra y el cielo”, “La Esquina del Guambra Loco”, fueron nombres que algunos recordaran, otros no. Algunas veces intente borrar el blog, ese blog tan lleno de pasado. No pude, nunca pude. Hasta ahora.

La semana pasada borre el blog que me acompaño por casi 4 años. Porque la función que tenía asignada, ahora era inexistente. Porque hablar del pasado ya no era necesario. Porque aprendí a escribir mi historia en presente. Y se fue diluyendo el pasado con solo apretar “DELETE”. ¿Tan fácil que ha sido desprenderse de recuerdos? Se preguntaran. Pero realmente muchas de esas cosas que estaban ahí, habían desaparecido por completo de mi cabeza y de mi existencia. Así que el desprendimiento de algo que en su momento era importantísimo en mi vida, no fue del todo difícil.

Hoy soy otro, vamos cambiando, cambiándonos, nos cambian. En fin evolucionamos y revolucionamos, ya que algunas veces ni por enterados nos damos como la gente que está a nuestro alrededor nos va forjando también la personalidad, y eso aunque duela aceptarlo.

Aquí se escribirán nuevas historias. Nuevas páginas. Un libro nuevo podría decirse. No una vida nueva, porque la vida que viviré, será la misma, esa vida que nunca se fue pero que perdió su cauce y por ahí su objetivo en algún deprimente momento. Gracias a muchos por estar desde el principio. Al resto bienvenidos.