lunes, 30 de septiembre de 2013

Carpuela: 3 años.

"yo ya no puedo vivir
en este Carpuela
porque lo que tenía
se llevó el río."
- Milton Tadeo





“Toma, llena esa maleta de sueños”. Estas fueron las palabras que me dijo mi padre cuando me prestaba una enorme y vieja maleta. La maleta y una esponja plegable fueron mi único equipaje en un viaje que aún no termina y que hoy cumple 3 años.

Recuerdo que en mi infancia, el profesor de música que tenía un caso muy grave de estrabismo y al cual le temíamos porque tenía una antena de televisión la cual no dudaba en usar violentamente si osábamos clavarle la mirada, nos enseñaba diligentemente una canción que personalmente me encantaba: "ya me voy, yo ya me voy, al oriente a trabajar”. Así gritábamos en coro, porque dudo mucho que esas voces “angelicales”, carentes de ritmo o de cualquier rasgo de apreciación musical, hayan podido siquiera entonar dulcemente esa canción.

Realmente lo único que comprendía de la canción es que el hombre se iba/quería/deseaba irse al oriente a trabajar, y se despedía. 
Alla en septiembre del 2010, un par de semanas antes, después de finiquitar mi contrato para trabajar en la ciudad de Macas, ciudad que solo veía en mapas en un sector completamente alejado de toda forma de civilización y porque no, alejado de toda esperanza también. Comencé a despedirme de la gente que dejaba atrás, realmente era muy poca gente. Era casi obligatorio que en ese ir y devenir de tragos, tabaco y otras substancias, sonara de fondo “ya me voy, yo ya me voy, al oriente a trabajar”. 

Y yo me iba, no porque no había donde trabajar. Sino porque necesitaba escapar, necesitaba huir, necesitaba comenzar de nuevo. Más o menos como esos bandidos que en las películas quieren viajar a México para escapar de todo. El oriente venía a ser mi México.

Logre escapar, logre empezar de nuevo, logre ser feliz en momentos esporádicos, porque tengo el credo de que la felicidad no es constante, sino que viene en pequeñas capsulas, en pequeñas treguas.

Hoy 1 de octubre del 2013, tengo cierta claridad del futuro. Antes vivía totalmente despreocupado por el porvenir, el futuro era una mala palabra, me dedicaba a vivir el hoy. Pero me he dado cuenta que el porvenir se lo forja directamente con el día a día, y que para mi futuro mediato es necesario trabajar desde hoy. También es cierto que después de convivir año y medio con alguien, hoy estoy mucho más seguro de que casarse en estas épocas es sufrir de doble locura; una por enamorado, otra por pendejo.

Ciertamente, la vida es incierta. Pero me mantiene vivo.


                                                                    FIN

martes, 17 de septiembre de 2013

Me miras.


Me miras,
como si de verdad me miraras.

Redefiniendo.

Si acaso me miraras.

Me volvería imperceptible,
                                              indefinible,
                                                                      intocable.

¿Intocable?
Claro.
Porque tu mirada toca,
tu mirada crea.

Tu me miras,
y existo.



lunes, 16 de septiembre de 2013

Las Cartas.





Escribir a alguien más suele ser fácil,o relativamente fácil, “las cartas de amor están llenas de mentiras” diría Ismael Serrano.


Escribimos lo que ella quiere leer. Y creo que eso es lo que hace fácil escribirle a alguien que está ausente, obviamente; ausente o ida por A o B circunstancia. 


Porque habría que ser idiota para escribir una carta a una mujer cercana, en lugar de ir y decirle de frente todo lo que uno se guarda para adentro.