Si 14 vidas son dos gatos,
aún queda mucho por vivir.
-Fito & Filipaldis.
El recuerdo del primer felino en mi vida fue
Pepe Lucho, dormía conmigo, viajaba en las vacaciones, comía verduras, era
cariñoso, un buen gato en definitiva, a la final terminó en la casa de mi
abuela porque era campo y porque la vida en un departamento no era para un
gato, eso según mi mamá.
Cuando fui a vivir en el oriente,
viví solo casi un año, hasta que una alumna me regalo una gata pequeña, le puse
Frida Renata, solo para darme cuenta un mes después que era macho y como el
nombre ya quedó pues solo sustituí las “a” por “o”, Frodo Renato, no sonaba mal
y tampoco quise ser tan drástico y cambiarle a algo como Dante o Misifus.
Frodo, el primer dia. |
Frodo Renato revolucionó mi vida,
llegó pateando tachos, exigiendo un rincón en mi cama, un plato con comida y un
recipiente con agua, marcando un arenero que improvise con una caja de cartón,
era un gato con carácter, un chugcha. Le bañe para quitarle el millón de pulgas
que tenía, ahí recibí las primeras heridas causadas por sus pequeñas garras,
heridas que se transformaron en comunes, a veces grandes, a veces pequeñas, mi
mamá llegó a creer que era emo y me cortaba, mis brazos tenían una y mil
cicatrices por sus arañazos. Arañazos que yo mismo conseguía por invadir su
espacio, por exigirle cariño y atención (cuan equivocado estaba, después comprendí
que tenía que ganarme su aprobación).
La vida al independizarte y vivir
solo no es como la pintan, es vacía, es triste, es sola. Frodo transformó la
llegada a una casa sola, en la llegada a un hogar, me dio una razón para
regresar al departamento con alegría y apuro, verle, darle de comer, acostarme
y esperar que el me acompañe a escuchar a Los Beatles o la radio publica, que se durmiera a mi
lado mientras leía un libro o que simplemente me acompañara a ver televisión (eso
cuando pude comprarme una).
Frodo se convirtió en algo muy
importante en mi vida, hasta podría asegurar que fue lo más importante que tuve
en la vida durante una etapa de la misma.
Casi 3 años después regrese a
Azogues, el regresó conmigo. Vivimos un mes en la casa de mis papás, hasta que
mi esposa llegue a Azogues para establecernos en un departamento que arrende.
En ese periodo de tiempo Frodo Renato descubrió poco a poco el placer de la
libertad, del salir de la casa y correr por el llano, por la tierra, de subirse
a los techos y saltar de árbol en árbol, creo que también saboreó el celo de
una gata (estaba castrado, pero tenía un testículo que no descendió, así que la
castración no sirvió de mucho).
Al cambiarme de casa, a unos
metros de donde mis papás, nunca logre que Frodo entre a mi casa y conviva
conmigo, siempre regresaba a la casa de mis papás. A la final lo deje ahí, le
daba el alimento y aprovechaba cada que podía para acostarme con él o pasarle
acariciando cuando lo veía.
Obviamente, la libertad le pasó
factura, llegaba herido a casa, las visitas al veterinario aumentaron y nunca
pude mantenerlo dentro casa de mis papás o en el departamento, siempre buscaba
la forma de escabullirse y regresar a los dos días. Un día, dejó de llegar. Pasaron
los días y la preocupación se escondía debajo de un “ya a de volver, así son
los gatos”. Nunca volvió.
Frodo me acompañó por 6 años, me
dio todo lo que pudo darme, yo hice lo mismo, Frodo fue mi compañero, mi amigo,
mi confidente, mi todo. Se marchó, llevándose la duda de su posible muerte, la
esperanza de que haya encontrado un nuevo hogar, o de que por último, se haya
ido a vivir en la playa con dos manabas sin decir nada, porque las despedidas
son dolorosas, porque decir adiós no estaba en sus planes, porque quizá, y solo
quizá, él me espere en otra vida, a la final tiene siete y yo solamente una.
Gracias gato infeliz, por todo…